miércoles, 10 de octubre de 2012

INTOLERANCIA COFRADE









Hay un tema que debe movernos a la reflexión a los Cofrades, que de forma palpable nos sentimos cuestionados y a veces, observados con recelo desde ciertos sectores de la Sociedad, de la Iglesia, e incluso desde dentro del propio mundo cofrade, por algunos de sus miembros que no se adaptan a la evolución de las cosas, a otras maneras de ser y actuar, e incluso que pretenden sin éxito, coartar la libertad de expresión de otros cofrades. Esto es lo que yo definiría como INTOLERANCIA COFRADE.


Desde un punto de vista sociológico, la intolerancia se define como la falta de la habilidad o la voluntad de tolerar algo. En un sentido social o político, es la ausencia de tolerancia de los puntos de vista de otras personas. Para un principio social, es demasiado abierto para interpretación subjetiva debido al hecho de que hay una lista de definiciones sin fin para esta idea.

En este último sentido, la intolerancia resulta ser cualquier actitud irrespetuosa hacia las opiniones o características diferentes de las propias. En el plano de las ideas, por ejemplo, se caracteriza por la perseverancia en la propia opinión, a pesar de las razones que se puedan esgrimir contra ella. Supone, por tanto, cierta dureza y rigidez en el mantenimiento de las propias ideas o características, que se tienen como absolutas e inquebrantables.

Tiene por consecuencia la discriminación dirigida hacia grupos o personas (que puede llegar a la segregación o a la agresión) por el hecho de que éstos piensen, actúen o simplemente sean de manera diferente. Las múltiples manifestaciones de este fenómeno poseen en común la elevación como valor supremo de la propia identidad, ya sea étnica, sexualidad, ideológica o religiosa, desde la cual se justifica el ejercicio de la marginación hacia el otro diferente. El intolerante considera que ser diferentes equivale a no ser iguales en cuanto a derechos.

Podríamos distinguir también una doble vertiente en la intolerancia. Por un lado estarían los grandes casos de la historia, más o menos conocidos por todos. Pero también es un fenómeno sutil que puede identificarse continuamente en cualquier entorno. La intolerancia, pues, tendría una segunda vertiente más cercana, la cual se halla presente en la vida cotidiana.

La intransigencia para con los demás, para con los diferentes escoge distintos objetos. En cualquier caso, siempre supone una diferencia respecto a lo considerado normal o correcto por quienes juzgan. La intransigencia es la diferencia en el prójimo, ya se base ésta en características de género, culturales, ideológicas o religiosas, contra lo que arremete el intolerante. Formas comunes de intolerancia son el racismo, el sexismo, homofobia, la intolerancia religiosa y la intolerancia política.

Lo práctico acaso sería atacar el problema REAL (identificar y desarrollar la forma de la "intolerancia de la intolerancia") y no atacar a los bandos; pues al tomar partido, se pudiera ser cómplice de los disparos o de los muertos que se den: "Donde no hay coexistencia hay codestrucción" (Rabindranath Tagoré, premio Nobel de la India)

En cuanto a la intolerancia religiosa y la persecución religiosa,  constituye un caso extremo de intolerancia, consiste en el maltrato persistente de una o mas personas hacia un individuo o grupo, debido a su afiliación religiosa. Usualmente, la persecución de esta naturaleza, florece debido a la ausencia de tolerancia religiosa, libertad de religión y pluralismo religioso.

El monopolio religioso es un atractivo a la intolerancia religiosa fácil de entender. Desde niños, los seres humanos son conscientes de su impotencia respecto a cosas fundamentales como la comida, el amor y la propia vida. La religión les ayuda a afrontar la pérdida y el miedo a la muerte; enseña principios morales y hace que la gente los siga. Pero, precisamente porque las religiones son fuentes tan poderosas de moralidad y sentido comunitario, se convierten con demasiada facilidad en vehículos para huir de la impotencia, que tantas veces se manifiesta en opresión e imposición de jerarquías. En el mundo de hoy, las personas abordan las diferencias étnicas y religiosas de maneras nuevas y temibles. Al aferrarse a una religión que consideran verdadera, rodearse de correligionarios y colocar por debajo a los que no abracen esa religión, pueden olvidar durante un tiempo su debilidad y su mortalidad.

EN EL ÁMBITO DE LO COFRADE

Trasladadas estas cuestiones al ámbito de lo Cofrade, y adaptándolo a la actividad de Don Benito, podemos concluir lo siguiente:

A lo largo de este año, hemos destacado en las entradas de Blog, lo importante que resulta para el entramado social, cultural y religioso de la ciudad la existencia de las Cofradías, de la Semana Santa como tal, como otra seña de identidad mas de la ciudad. El potencial que tienen estas corporaciones, no está lo suficientemente explotado en Don Benito, por la falta de cultura cofrade, por la falta de un sentimiento común de pertenencia a un colectivo de índole religiosa, que práctica la devoción y el culto a Cristo, a la Virgen, a los Santos o a los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús.

Si ya de por si es difícil mantener cualquier movimiento, en tiempos de crisis de fe, de pérdida de valores, de desintegración social  y de dificultad económica grave, esta situación se antoja aún mas difícil, cuando dentro de nuestras propias Hermandades y de las Parroquias o Iglesias que constituyen su sede, se ponen trabas y cortapisas al desarrollo de su actividad ordinaria, motivado por la existencia de egos irreconciliables, que manipulan la voluntad y el ánimo del resto de sus hermanos. Es lo que considero como INTOLERANCIA COFRADE, una forma mas de excluir que de integrar voluntades que caminen en una misma dirección.

En el ámbito de las Cofradías, está todo inventado, no es necesario ser extravagante, ni inventarse situaciones con pretensión de constituirse en costumbre. Ya sea en el modo y manera de vestir las imágenes, en la composición de los exornos florales de altares de culto o de pasos procesionales, en la propia composición de esos altares en cuanto a la colocación de velas y candelabros, en la calidad de las insignias, de las túnicas de nazarenos, etc… Ya sea en el desarrollo de los cultos internos y externos de la Cofradía en cuestión, en la realización de sus fines fundacionales. Solamente cabe crecer y mejorar, dentro de las posibilidades de cada hermandad, y para ello hay que tener una actitud abierta y conciliadora, alejado de cualquier tinte autoritario.

A título de ejemplo, en torno a la polémica suscitada hace un mes sobre el Besacinta, que no Besamano de la Virgen de la Soledad, o Besacinta, que no Besapié al Santísimo Cristo de la Paz, con motivo de las fiestas de la Exaltación de la Cruz, tendríamos para diez entradas mas de este Blog, si quisiéramos poner en valor lo que implica el contacto físico con la imagen, por parte de sus devotos. No se trata de llevar a cabo una competición entre las dos corporaciones de penitencia más antiguas de Don Benito, pero no es menos cierto que los sentimientos, más allá de la estética de las cosas, de la superficialidad, no pueden cuestionarse. Nadie pone en duda la calidad del beso y la intención del mismo por parte de quien se acerca a la imagen, pero el contacto físico, el calor de esa mano, hace que la distancia entre esos labios y la madera policromada que representa la piel, se acorte, y eso no lo pueden aportar centímetros y centímetros de raso. Por tanto, ¿nos quedamos en lo simbólico o en la fusión de labios e imagen? Es una pregunta para debatir, pero quien mejor lo puede responder es la persona que desea manifestar su respeto o devoción por nuestros titulares. En este sentido, quedarán para el recuerdo, las imágenes de Santiago, en el Besamanos de la Virgen de los Dolores y el Cristo de la Buena Muerte.

                                          Manos de la Macarena desgastadas por el beso de los fieles



Pues cualquier crítica constructiva sobre esta situación, no ha de ser malinterpretada o considerada como despectiva hacia una corporación y sus regentes, si no como una manera distinta de pensar o de observar la realidad cofrade, que como dije anteriormente, poco deja a la inventiva ya. Los ataques desmesurados sufridos para defender una postura quedan fuera de lugar, y rayan más en la envidia, en el descubrimiento de la propia incapacidad o en la ausencia total de un sentimiento de solidaridad cofrade.


Las cofradías, hermandades y asociaciones parroquiales de Don Benito, estamos para remar en la misma dirección, pues si ya resulta difícil desarrollar nuestra actividad dentro de los propios templos, por la generalizada falta de interés de la mayoría de Pastores que los dirigen, es complicado poner en liza a la Semana Santa local, si se pretende coartar la libertad de expresión de los pocos que nos ocupamos de dar sentido a esta nuestra pasión.

Sobra la intolerancia cofrade, y no tanto el respeto al prójimo y la necesidad de formarse en la ciencia de las Cofradías, que este es el verdadero problema a resolver…..