jueves, 29 de noviembre de 2012

Y EL ANGEL DEL SEÑOR ANUNCIÓ A MARÍA......




En visperas de la época de Adviento, vamos a dedicar esta entrada de Blog al Arcangel San Gabriel, el que tiene la fuerza de Dios, que es junto con Miguel y Rafael, uno de los tres arcángeles principales dentro de las religiones judía, cristiana e islámica. Para el catolicismo, San Gabriel es el mensajero de Dios, debido principalmente a su participación en la Anunciación, que es el momento en que le revela a María que ella dará luz al Mesías.

Gabriel también es conocido como el ángel de la unificación que revela el libro del Apocalipsis, debido a que será él quien sople el cuerno que anuncie el Día del Juicio Final, aunque esto es más una interpretación puesto que no es mencionado directamente.


Dios es el único ser que no tiene historia. Todos los seres creados son, en mayor o menor medida, seres históricos: nacen, evolucionan, mueren. Sólo que la historia de cada uno tiene un signo diferente, según el lugar que ocupe en la jerarquía ontológica. A medida que se asciende de lo inerte a lo sensitivo y de lo irracional al mundo del espíritu, la historia va enriqueciéndose y entrañándose en la esencia misma del ser. Por eso el hombre es el ser más histórico de todos los que pueblan la tierra. Sobre el cimiento de unas pocas tendencias universales y permanentes de su naturaleza, cada hombre participa en la historia general de la humanidad desde un ángulo propio e irrenunciable. Del hombre, y sólo del hombre, cabe hacer biografía. Una piedra, como tal, no tiene biografía, aunque las piedras, en su conjunto, tengan también historia.



Pero ¿y los ángeles? Hay, ciertamente, una historia universal de los ángeles, criaturas de Dios; una historia que ha quedado escrita en los Libros Sagrados, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Los ángeles nacieron de una palabra de Dios. Pronto, rebeldes unos, fieles otros, se bifurcó para siempre su historia colectiva en dos inmensos bloques, de luz y de sombras, de odio y de amor. La inmensa mayoría de los ángeles, espíritus puros, han quedado sin nombre y sin hazañas extremas. Sólo Dios sabe sus nombres y sus papeles en el gran teatro del mundo. Para nosotros son como anónimas estrellas fugaces, que de vez en cuando cruzan el firmamento del espíritu. Así los que se aparecieron a los pastores de Belén, anunciando la paz a los hombres de buena voluntad; el ángel de Getsemaní, que confortó a Cristo en su agonía, el que traspasó de una lanzada el corazón de Santa Teresa; tantos otros, que pusieron un momento de luz en la vida de algunos elegidos de Dios y se desvanecieron para siempre.

Mas hay unos ángeles, muy pocos, que tienen, además de esa historia anónima y colectiva, algo así como una biografía personal. Entre esos pocos, San Miguel, el capitán de las huestes angélicas contra Luzbel; San Rafael, el compañero de peregrinación de Tobías, ocupa puesto preeminente el arcángel San Gabriel.

Por de pronto, San Gabriel tiene uno de los nombres más bellos que ha podido troquelar el lenguaje humano: "hombre de Dios, hombre en que Dios confía"; o también, como San Gregorio glosa, "el fuerte de Dios".



Cuando Dios va a hacer uso de su poder sobre el mundo, en su manifestación más excelsa, la de la Redención, elige como mensaje, como su embajador y plenipotenciario, a este soberano arcángel. Tres veces le vemos surgir corpóreamente en la historia de la humanidad. Se aparece en primer lugar, a Daniel —allá en el año tercero del reinado del rey Baltasar— para revelarle el sentido de la visión del combate entre el carnero y el macho cabrío. Lo hace en figura de varón y sobrecoge al profeta, que, de bruces y espantado, le contempla con un estremecedor anuncio para días lejanos: "Entiende, ¡oh hijo del hombre!, esta visión, que es para el tiempo final" (Dan. 8,15ss.). 

Pero aún recibirá Daniel una nueva visita del celestial mensajero, al iniciarse el imperio de Darío; y en ese encuentro se traslucirá la inmensa profundidad de la misión que Dios confía al arcángel. Mientras el profeta está postrado ante Yahveh, en ayuno, saco y cenizas, al caer la tarde, rogando y confesando sus pecados y los pecados de su pueblo y presentando su oración al Señor "grande y terrible", irrumpe Gabriel en raudo vuelo y silueta de hombre, y le anuncia las setenta semanas decretadas por Dios sobre el pueblo y su ciudad santa para expiar la iniquidad, traer la justicia eterna y ungir al Santo de los santos: "siete semanas y setenta y dos semanas hasta la llegada del Mesías príncipe" (Dan. 9,1ss.).

Cuando ese plazo de Dios se cumple, el arcángel San Gabriel vuelve a la tierra con perfil de mancebo, penetra en el gran templo de Jerusalén y llega a Zacarías, el sacerdote del turno de Abías, desposado con Isabel, la hija de Aarón. El temor sobrecoge y turba al venerable sacerdote mas el arcángel le tranquiliza y anuncia que su oración ha sido escuchada: su mujer le dará un hijo, a quien pondrán por nombre Juan, y será gozo y alegría para él y para muchos, grande a los ojos del Señor y lleno del Espíritu



Santo desde el seno de su madre. Un hijo precursor del Señor de Israel que volverá a los rebeldes a la prudencia e los justos y preparará al Señor un pueblo debidamente dispuesto. Zacarías no acierta a comprender cómo le llegará ese regalo, en que se cifra la ilusión de toda su vida. El ya es viejo y su mujer estéril y avanzada en sus días. Pero el ángel le abre la inmensa perspectiva del misterio: "Yo soy Gabriel, que asisto ante Dios y he sido enviado para hablarte y darte estas buenas nuevas." Desde ahora Zacarías permanecerá mudo hasta el día en, que se verifique el prodigio, por no haber dado fe a las palabras del enviado, que se cumplirán a su tiempo. Escasos meses tendrán que transcurrir para que la familia de Zacarías se alegre con la realización de la promesa y para que un más extraordinario acontecimiento conmueva al pueblo de Israel (Lc. 1,5ss.).

Gabriel se aparece en varias ocasiones a Daniel en el Antiguo Testamento


Va a sonar la hora que el arcángel anunció al profeta Daniel. Y en esa hora retornará por tercera vez Gabriel a Palestina para consumar la más alta embajada que jamás conocieron los siglos: el anuncio de la encarnación del Verbo a la Virgen María.

Tres rastros de luz nos permiten vislumbrar la suprema hermosura de ese momento; uno, en los lienzos de Fra Angélico; otro, en las páginas evangélicas de San Lucas; un tercero, en el pensamiento teológico de Santo Tomás.

Estos tres rastros son palabra hecha luz; luz que es calor y perfil de amanecer, Verbo encarnado y verdad de salvación. Porque el arcángel Gabriel es el portador de la palabra omnipotente, el gran mensajero, el primer embajador de Dios a los hombres.

Contemplemos la escena de su mensaje con nuestros ojos del cuerpo, poniéndolos sobre la tabla del Angélico. A la izquierda, entre el verde follaje del paraíso perdido, Adán y Eva, la primera pareja humana, que se aleja bajo la pesadumbre de su culpa. Arriba, sobre una ráfaga de oro, el Espíritu divino, y a la derecha, bajo una tenue y transparente luz de amanecer, el inefable espectáculo de la reconciliación entre Dios y la naturaleza humana, que se anuncia en el saludo del ángel, bajo la bóveda azul, tachonada de estrellas de oro, sin más testigo que la golondrina silenciosa sobre la barra de hierro entre las esbeltas columnas. El arcángel se inclina reverente ante la Virgen con sus brazos cruzados. Hay en él una armonía de amapolas y de trigo maduro; hay en Ella un juego de rosas y azul. La ráfaga luminosa del Espíritu toca apenas las alas y la aureola del arcángel y besa el pecho inmaculado de la doncella, que acepta el mensaje. Todo es elegancia, suprema elegancia de cuerpo y de espíritu, que es el signo de lo angélico.

Para poner sonido de este mudo cuadro de colores divinos, se nos acerca San Lucas y nos repite con sobrecogedora sencillez las palabras del arcángel.

 A San Gabriel se le representa con una vara de perfumada azucena, 
la que obsequió a María Santísima en la Anunciación 
que representa la Sublime Pureza Inmaculada de la Madre Virgen;

 

Gabriel, enviado por Dios a Nazaret de Galilea, está ante María, la Virgen desposada con José, el varón justo de la casa de David. Y entrando a ella le dice: "Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo." Se turba la Doncella al oír estas palabras y busca el significado de la desconcertante salutación. Y el ángel la serena: "No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios, y concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y llamado Hijo del Altísimo, y le dará el Señor Dios el trono de David, su padre, y reinará en la casa de Jacob por los siglos, y su reino no tendrá fin."

María, suavemente, pregunta: "¿Cómo podrá ser esto, pues yo no conozco varón?" Y el ángel descorre el velo del inmenso enigma: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, y por esto el hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios. E Isabel, tu parienta, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el mes sexto de la que era estéril, porque nada hay imposible para Dios." María, rendida y humildemente, acepta: "He aquí a la sierva del Señor; hágase en mi según tu palabra." El ángel parte. La Redención ha comenzado. La misión, del embajador ha quedado soberanamente cumplida (Lc. 1,26ss.).

Pero a los hombres —a estos pobres seres que somos los hombres— nos quedan, atenazantes, unas cuantas preguntas. Para que Dios viniera al mundo a redimirnos, ¿era necesario este insólito anuncio a la Santísima Virgen, a través de un arcángel? ¿No había sido ya objeto de una profecía de predestinación el misterio de la Encarnación del Mesías en el seno de una Virgen? Y si la Virgen María tenía esa fe en la Encarnación y creía en ella con invencible certeza, como indiscutiblemente creía, ¿para qué el anuncio a través de un ángel? Aún más: si concebir en el espíritu es algo superior a concebir en el cuerpo, y son muchas las almas santas que conciben espiritualmente, ¿para qué era necesario y cómo fue posible que la Virgen de las vírgenes recibiera esa noticia de boca de una criatura, aunque fuera arcángel? La mente, a la vez poderosa y angélica de Santo Tomás de Aquino, se hace problema de estos misterios y nos abre perspectivas de luz (Summa Theologica 3 q.30). La anunciación a María era necesaria, no con necesidad absoluta, pero sí con necesidad relativa, de conveniencia, porque la unión del Hijo de Dios a María debía hacerse gradualmente y porque antes que concibiera a su Hijo en la carne, el espíritu de la Virgen tenía que estar advertido de la insondable maravilla. Con razón San Agustín ha podido decir que María fue más feliz al abrazarse a la fe en el Cristo que se le anunciaba, que al concebirlo en su carne. Pero, además, al ser instruida por Dios del gran misterio a través del ángel, se transformaba la Virgen Madre en el testigo más seguro y podía ofrecer a Dios, sin demora, el don voluntario de su ofrenda, de su entrega y servicio, que dejaba sellado, externa y solemnemente, el matrimonio espiritual entre el Hijo de Dios y la naturaleza humana entera.

 La Anunciación (Bottica)

Pero por qué ese anuncio tenía que hacerse a través de un ángel? Si Dios se revela directamente, sin intermediario, a los ángeles supremos y si María está por encima de todos los ángeles, ¿por qué no le haría Dios directamente a Ella la revelación del misterio? De otro lado, si en el orden humano establecido por Dios, las mujeres, como enseña San Pablo, deben ser instruidas de las realidades divinas por sus esposos, ¿por qué el misterio de la Encarnación no fue anunciado a la Virgen bienaventurada a través de San José, en vez de serlo por mediación del arcángel? Y aún más: Si Dios eligió a un ángel para transmitir su palabra, ¿no debía haber sido uno de los ángeles de la jerarquía suprema, la de los serafines? Sin embargo, el texto revelado de San Lucas es inequívoco: Dios eligió precisamente a un arcángel, al arcángel Gabriel, para ser su mensajero en la Anunciación a María. Y convenía que así fuese por tres razones principales, que desgrana el genio teológico de Santo Tomás.

Dios, en su plan, de gobierno del universo, reveló los misterios a los hombres por medio de los ángeles. El arcángel Gabriel dio a conocer a Zacarías el próximo nacimiento de su hijo, el profeta Juan, y el mismo arcángel completaría el anuncio revelando a María el misterio por excelencia de la Encarnación del Verbo.

En segundo lugar, la humanidad debía ser regenerada por Cristo. Si un ángel de obscuridad, bajo forma de serpiente, causó la perdición de la primera mujer, convenía que un ángel de luz restaurara la paz entre la humanidad y Dios a través de otra mujer: la Virgen María.

Por último, esa virginidad misma de la Madre de Dios requería que fuese un ángel el que le anunciara la Encarnación porque la vida de las vírgenes es como una vida de ángeles sobre la tierra y aunque la que había de ser Madre de Dios era ya superior a los ángeles por la dignidad a la que había sido divinamente elegida, sin embargo, su estado de vida presente, de vida corpórea, la hacía inferior a ellos y entraba dentro de la armonía de los planes divinos que fuese un ángel quien se acercase a ella para anunciarle la Buena Nueva. Y ese ángel no tenía por qué pertenecer a la jerarquía suprema de los serafines, sino ser el primero del orden de los arcángeles, porque a los arcángeles les corresponde la misión de intermediarios, de mensajeros entre Dios y los hombres. Y Gabriel —recordemos— es, por su nombre mismo, "el fuerte de Dios". ¿Quién mejor que él para anunciar a una criatura humana Que llegaba a la tierra el Señor de todo poder y de toda verdad?

Anunciación  del El Greco

Todavía puede asaltarnos una duda o reproche: ¿por qué Gabriel, el ángel anunciador, tomó forma corpórea para aparecerse a la Virgen? ¿No hubiera sido más alta una visión espiritual o, a lo más, una visión imaginativa, como la de San José durante su sueño? ¿No se hubiera evitado así la turbación que, según el Evangelio mismo de San Lucas, produjo a la Virgen la aparición corporal del ángel? Sin embargo, la revelación no nos permite dudar de que el arcángel Gabriel se apareció en forma corpórea a la Virgen María, con rostro rutilante, vestido resplandeciente, en, actitud admirable, según le describe San Agustín: "Facie rutilans, veste coruscans, incessu mirabilis."

Podía, en verdad, haberse dado una visión espiritual o imaginativa, pero había, según el Doctor Angélico, poderosas razones de conveniencia para que la aparición fuese bajo forma corpórea. Primero, por el mensaje mismo, Ya que lo que en ángel venía a anunciar era la encarnación de un Dios invisible y esta idea se hacía más clara y rotunda si una criatura invisible, como un arcángel, tomaba forma visible al acercarse a la mujer elegida entre todas las mujeres para ser Madre de Dios.

Segundo, por la dignidad misma de la Virgen Madre que había de recibir al Hijo de Dios no sólo en su seno corporal, sino también en su espíritu; y para ello importaba que sus sentidos exteriores fuesen reconfortados, al mismo tiempo que su espíritu, por una aparición angélica.

Finalmente, para que el extraordinario mensaje lograra el necesario grado de certeza, era conveniente que llegara al espíritu por vía de los sentidos, ya que el ser humano capta con mayor seguridad lo que ven sus ojos que lo que forja su imaginación.

Nuestra Señora de la Anunciación (Sevilla)


Y no importa que esa aparición corpórea produjera turbación en la Virgen. Siempre que una fuerza superior del espíritu actúa sobre nuestras vidas, sea a través de visiones imaginativas o de apariciones sensibles, experimentamos turbación. Pero eso es motivo de honor y no de humillación, porque ese estremecimiento en las potencias inferiores tiene precisamente por causa el hecho de la elevación del espíritu a un plano más alto. Y, además, en el caso de la Virgen María, la turbación no fue de duda —como la de Zacarías frente al mismo arcángel Gabriel—, sino de humildad y pudor, y mereció la inmediata palabra tranquilizadora del mensajero: "Ne timeas", "No temas", y la plena revelación del misterio. Santo Tomás subraya agudamente —glosando a San Lucas— que lo que turbó a la Virgen no fue la vista del ángel corpóreo, sino el insondable mensaje que brotaba de sus labios; un mensaje que el arcángel cumplió en un orden perfecto, consecuente con la triple finalidad de su misión. Gabriel tenía que poner al espíritu de la Virgen en actitud de expectativa ante una gran realidad; y por ello la saluda con un saludo nuevo e insólito, al llamarla "llena de gracia", y al decir que el Señor está con Ella y que es bendita entre todas las mujeres. Además, el ángel debía instruir a la Virgen en el misterio de la Encarnación que iba a tener lugar en Ella, y lo hace con las delicadas palabras de que "concebirá en su seno" y de que "el Espíritu Santo vendrá sobre Ella". Y, por último, el ángel debía obtener del corazón de la Virgen una palabra de consentimiento, y para lograrla, evoca el ejemplo de su prima Isabel, grávida en su ancianidad, y, sobre todo, descorre el velo del misterio de la omnipotencia divina.

Esta es la breve y divina historia del arcángel Gabriel. Su palabra vence al tiempo y nos llega viva a nosotros cada vez que releemos el relato evangélico o que rememoramos la figura del enviado del Señor. Una palabra que nos abre los oídos del espíritu al ser último de todas las cosas; palabra de fe en el Dios Omnipotente. Una noticia que nos abre, como a la Virgen María, los ojos del alma a la belleza de la patria que no vemos; palabra de esperanza en la promesa, que garantiza con su sacrificio y con su redención el Verbo encarnado, el Hijo de Dios hecho Hombre en las entrañas de María. Un mensaje, por último, que nos abre el corazón, nuestro duro corazón de piedra, al latido del amor; palabra de caridad enardecida por el Espíritu, que liga al cielo y la tierra, al hombre con Dios.





¡Oh tú, arcángel San Gabriel, 
embajador de Dios, 
patrono de todos los embajadores y mensajeros de la tierra, 
de todos los que tienen que cumplir misiones cerca de los hombres; 
tú a quien contemplamos amorosamente en silencio, 
empújanos a ser incansables heraldos de la pureza 
y de la humildad de María 
y de la realeza 
y la magnanimidad de Dios!

martes, 27 de noviembre de 2012

LA SOLEMNIDAD DE CRISTO REY



  Imagen de Cristo Rey (Parroquia de San Sebastian - Don Benito)

Los pasados días 22, 23 y 24 de noviembre se ha celebrado el Triduo a Cristo Rey en la Parroquia de San Sebastián.  Este acto ha sido incluido en las actividades parroquiales con motivo del Año de la Fe 2012-2013.
 
Venimos en esta entrada de Blog a establecer el significado de esta solemnidad:


ÚLTIMO DOMINGO DEL AÑO LITÚRGICO:


Cristo es el Rey del universo y de cada uno de nosotros.

Es una de las fiestas más importantes del calendario litúrgico, porque celebramos que Cristo es el Rey del universo. Su Reino es el Reino de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, del amor y la paz.

Durante el anuncio del Reino, Jesús nos muestra lo que éste significa para nosotros como Salvación, Revelación y Reconciliación ante la mentira mortal del pecado que existe en el mundo. Jesús responde a Pilatos cuando le pregunta si en verdad Él es el Rey de los judíos: "Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí" (Jn 18, 36). Jesús no es el Rey de un mundo de miedo, mentira y pecado, Él es el Rey del Reino de Dios que trae y al que nos conduce.




Desde la antigüedad se ha llamado Rey a Jesucristo, en sentido metafórico, en razón al supremo grado de excelencia que posee y que le encumbra entre todas las cosas creadas. Así, se dice que:

·         reina en las inteligencias de los hombres porque El es la Verdad y porque los hombres necesitan beber de El y recibir obedientemente la verdad;
·         reina en las voluntades de los hombres, no sólo porque en El la voluntad humana está entera y perfectamente sometida a la santa voluntad divina, sino también porque con sus mociones e inspiraciones influye en nuestra libre voluntad y la enciende en nobles propósitos;
·         reina en los corazones de los hombres porque, con su supereminente caridad y con su mansedumbre y benignidad, se hace amar por las almas de manera que jamás nadie —entre todos los nacidos— ha sido ni será nunca tan amado como Cristo Jesús.

Sin embargo, profundizando en el tema, es evidente que también en sentido propio y estricto le pertenece a Jesucristo como hombre el título y la potestad de Rey, ya que del Padre recibió la potestad, el honor y el reino; además, siendo Verbo de Dios, cuya sustancia es idéntica a la del Padre, no puede menos de tener común con él lo que es propio de la divinidad y, por tanto, poseer también como el Padre el mismo imperio supremo y absolutísimo sobre todas las criaturas.

Ahora bien, que Cristo es Rey lo confirman muchos pasajes de las Sagradas Escrituras y del Nuevo Testamento. Esta doctrina fue seguida por la Iglesia –reino de Cristo sobre la tierra- con el propósito celebrar y glorificar durante el ciclo anual de la liturgia, a su autor y fundador como a soberano Señor y Rey de los reyes.

En el Antiguo Testamento, por ejemplo, adjudican el título de rey a aquel que deberá nacer de la estirpe de Jacob; el que por el Padre ha sido constituido Rey sobre el monte santo de Sión y recibirá las gentes en herencia y en posesión los confines de la tierra. 

Además, se predice que su reino no tendrá límites y estará enriquecido con los dones de la justicia y de la paz: "Florecerá en sus días la justicia y la abundancia de paz... y dominará de un mar a otro, y desde el uno hasta el otro extrema del orbe de la tierra".

 Iconografía de Niños Jesús como Cristo Rey


Por último, aquellas palabras de Zacarías donde predice al "Rey manso que, subiendo sobre una asna y su pollino", había de entrar en Jerusalén, como Justo y como Salvador, entre las aclamaciones de las turbas, ¿acaso no las vieron realizadas y comprobadas los santos evangelistas?

En el Nuevo Testamento, esta misma doctrina sobre Cristo Rey se halla presente desde el momento de la Anunciación del arcángel Gabriel a la Virgen, por el cual ella fue advertida que daría a luz un niño a quien Dios había de dar el trono de David, y que reinaría eternamente en la casa de Jacob, sin que su reino tuviera jamás fin. 

El mismo Cristo, luego, dará testimonio de su realeza, pues ora en su último discurso al pueblo, al hablar del premio y de las penas reservadas perpetuamente a los justos y a los réprobos; ora al responder al gobernador romano que públicamente le preguntaba si era Rey; ora, finalmente, después de su resurrección, al encomendar a los apóstoles el encargo de enseñar y bautizar a todas las gentes, siempre y en toda ocasión oportuna se atribuyó el título de Rey y públicamente confirmó que es Rey, y solemnemente declaró que le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. 

Pero, además, ¿qué cosa habrá para nosotros más dulce y suave que el pensamiento de que Cristo impera sobre nosotros, no sólo por derecho de naturaleza, sino también por derecho de conquista, adquirido a costa de la redención? Ojalá que todos los hombres, bastante olvidadizos, recordasen cuánto le hemos costado a nuestro Salvador, ya que con su preciosa sangre, como de Cordero Inmaculado y sin tacha, fuimos redimidos del pecado. No somos, pues, ya nuestros, puesto que Cristo nos ha comprado por precio grande; hasta nuestros mismos cuerpos son miembros de Jesucristo.

Representación Cristo Rey (Cerro de los Ángeles - Getafe - Madrid)

LA CELEBRACIÓN DE CRISTO REY


Con el objetivo de que los fieles vivan estos inapreciables provechos, era necesario que se propague lo más posible el conocimiento de la dignidad del Salvador, para lo cual se instituyó la festividad propia y peculiar de Cristo Rey.
Desde fines del siglo XIX, la Iglesia realizaba los preparativos necesarios para la institución de la fiesta, la cual fue finalmente designada para el último domingo del Año Litúrgico, antes de empezar el Adviento.

Si Cristo Rey era honrado por todos los católicos del mundo, se prevería las necesidades de los tiempos presentes, poniendo remedio eficaz a los males que friccionan la sociedad humana, tales como la negación del Reino de Cristo; la negación del derecho de la Iglesia fundado en el derecho del mismo Cristo; la imposibilidad de enseñar al género humano, es decir, de dar leyes y de dirigir los pueblos para conducirlos a la eterna felicidad.

En un mundo donde prima la cultura de la muerte y la emergencia de una sociedad hedonista, la festividad anual de Cristo Rey anima una dulce esperanza en los corazones humanos, ya que impulsa a la sociedad a volverse al Salvador. Preparar y acelerar esta vuelta con la acción y con la obra sería ciertamente deber de los católicos; pero muchos de ellos parece que no tienen en la llamada convivencia social ni el puesto ni la autoridad que es indigno les falten a los que llevan delante de sí la antorcha de la verdad.



Estas desventajas quizá procedan de la apatía y timidez de los buenos, que se abstienen de luchar o resisten débilmente; con lo cual es fuerza que los adversarios de la Iglesia cobren mayor temeridad y audacia. Pero si los fieles todos comprenden que deben militar con infatigable esfuerzo bajo la bandera de Cristo Rey, entonces, inflamándose en el fuego del apostolado, se dedicarán a llevar a Dios de nuevo los rebeldes e ignorantes, y trabajarán animosos por mantener incólumes los derechos del Señor.

Por último, vendrá el compromiso apostólico que consiste en llevar nuestro amor a la acción de extender el Reino de Cristo a todas las almas mediante obras concretas de apostolado. No nos podremos detener. Nuestro amor comenzará a desbordarse.

Dedicar nuestra vida a la extensión del Reino de Cristo en la tierra es lo mejor que podemos hacer, pues Cristo nos premiará con una alegría y una paz profundas e imperturbables en todas las circunstancias de la vida.



Triduo a Cristo Rey en Parroquia de San Sebastián (Don Benito)

 

A lo largo de la historia hay innumerables testimonios de cristianos que han dado la vida por Cristo como el Rey de sus vidas. Un ejemplo son los mártires de la guerra cristera en México en los años 20’s, quienes por defender su fe, fueron perseguidos y todos ellos murieron gritando “¡Viva Cristo Rey!”.

La fiesta de Cristo Rey, al finalizar el año litúrgico es una oportunidad de imitar a estos mártires promulgando públicamente que Cristo es el Rey de nuestras vidas, el Rey de reyes, el Principio y el Fin de todo el Universo.

ORACIÓN A CRISTO REY
¡Oh Cristo, Tú eres mi Rey!
Dame un corazón caballeroso para contigo.
Magnánimo en mi vida: escogiendo todo cuanto sube hacia arriba, no lo que se arrastra hacia abajo.
Magnánimo en mi trabajo: viendo en él no una carga que se me impone, sino la misión que Tú me confías.
Magnánimo en el sufrimiento: verdadero soldado tuyo ante mi cruz, verdadero Cireneo para las cruces de los demás.
Magnánimo con el mundo: perdonando sus pequeñeces, pero no cediendo en nada a sus máximas.
Magnánimo con los hombres: leal con todos, más sacrificado por los humildes y por los pequeños, celoso por arrastrar hacia Ti a todos los que me aman.
Magnánimo con mis superiores: viendo en su autoridad la belleza de tu Rostro, que me fascina.
Magnánimo conmigo mismo: jamás replegado sobre mí, siempre apoyado en Ti.
Magnánimo contigo: Oh Cristo Rey: orgulloso de vivir para servirte, dichoso de morir, para perderme en Ti.

ORACIÓN PARA PEDIR EL REINADO DE CRISTO
¡Oh Jesús! Te reconozco por Rey Universal.
Todo cuanto ha sido hecho Tú lo has creado.
Ejerce sobre mí todos tus derechos.
Renuevo las promesas de mi bautismo, renunciado a Satanás, a sus seducciones y a sus obras; y prometo vivir como buen cristiano.
Muy especialmente me comprometo a procurar, según mis medios, el triunfo de los derechos de Dios y de tu Iglesia.
Divino Corazón de Jesús, te ofrezco mis pobres obras para conseguir que todos los corazones reconozcan tu sagrada realeza, y para que así se establezca en todo el mundo el Reino de tu Paz.





domingo, 25 de noviembre de 2012

AULA PORTA FIDEI EN LA PARROQUIA DE SANTA MARÍA: AÑO DE LA FE





El “Aula Porta Fidei”, surje como una iniciativa de la Parroquia de Santa María de Don Benito en orden a favorecer la cultura religiosa católica. Las Sesiones del Aula se desarrollarán en la Casa de Cultura de Don Benito y en el Salón de Actos de la Parroquia de Santa María de Don Benito (Avda. Primero de Mayo, 34).

Desde Pasión Dombenitense entendemos que es sumamente importante para los cofrades, que asistan a estas sesiones, como parte de la necesaria formación religiosa que no debemos dejar de lado para cultivar nuestro cuerpo y nuestra mente, dentro de la Celebración de este Año de la Fe 2012-2013.

El programa de actos organizado por la Parroquia de Santa María, que como siempre es un ejemplo para la Diócesis, es muy variado e interesante.




El Año de la Fe, proclamado por el Papa Benedicto XVI, comenzó el pasado 11 de octubre de 2012, en el 50 aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II y concluirá el 24 de noviembre de 2013, en la Solemnidad de Cristo Rey del Universo.

Al anunciar el Año de la Fe, el Papa dijo que este tiempo busca "dar un renovado impulso a la misión de toda la Iglesia, para conducir a los hombres lejos del desierto en el cual muy a menudo se encuentran en sus vidas a la amistad con Cristo que nos da su vida plenamente". Benedicto XVI convocó al Año de la Fe con la Carta apostólica Porta fidei del 11 de octubre de 2011.
El Papa Benedicto XVI espera que el Año de la Fe pueda llevar a todos los creyentes a aprender de memoria el Credo y nos invita a recitarlo todos los días como oración. 


Oración para cada día en el año de la FE: Credo Niceno-constantinopolitano


Creo en un solo Dios; Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo, recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia, que es una santa, católica y apostólica.

Confieso que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.
Amén.

AÑO DE LA FE: CELEBRACIONES DE LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES





La Congregación para la Doctrina de la Fe en el Vaticano publicó una Nota con indicaciones pastorales para el Año de la Fe, de la que se desprenden las siguientes iniciativas para la Iglesia Universal:

-1.- El principal evento al comienzo del Año de la fe será la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, convocada por el Papa Benedicto XVI para el mes de octubre de 2012 y dedicada Al tema de La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Durante el Sínodo, el 11 de octubre de 2012 tendrá lugar una solemne celebración para dar inicio al Año de la fe, en recuerdo del quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. 

-2.- En el Año de la fe hay que alentar las peregrinaciones de los fieles a la Sede de Pedro, para profesar la fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, uniéndose a aquél que hoy está llamado a confirmar en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22, 32). Será importante también fomentar las peregrinaciones a Tierra Santa, el lugar que tuvo la primicia de conocer a Jesús, el Salvador, y a María, su madre.

-3.- Durante este año será útil invitar a los fieles a dirigirse, con particular devoción a María, imagen de la Iglesia, que «reúne en sí y refleja en cierto modo las supremas verdades de la fe»[19]. Por lo tanto, se debería alentar toda iniciativa que ayude a los fieles a reconocer el papel especial de María en el misterio de la salvación, a amarla filialmente y a imitar su fe y virtud. Para ello será muy conveniente organizar peregrinaciones, celebraciones y reuniones en los principales Santuarios.

-4.- La próxima Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro, en julio de 2013, ofrecerá a los jóvenes una ocasión privilegiada para experimentar el gozo que proviene de la fe en el Señor Jesús y de la comunión con el Santo Padre, en la gran familia de la Iglesia.

-5.- Al respecto, sería conveniente la realización de simposios, congresos y reuniones de gran escala, incluso a nivel internacional, que favorezcan la comunicación de auténticos testimonios de la fe y el conocimiento de los contenidos de la doctrina de la Iglesia Católica. Demostrando que también hoy la Palabra de Dios sigue creciendo y diseminándose, es importante que se dé testimonio de que en Jesucristo «encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano»[20] y que la fe «se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre»[21]. Algunos congresos serán especialmente dedicados al redescubrimiento de las enseñanzas del Concilio Vaticano II.

-6.- El Año de la fe ofrecerá a todos los creyentes una buena oportunidad para profundizar en el conocimiento de los principales documentos del Concilio Vaticano II y el estudio del Catecismo de la Iglesia Católica. Esto vale particularmente para los candidatos al sacerdocio, en especial durante el año propedéutico o los primeros años de estudios teológicos, para los novicios y novicias de los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, así como para aquellos que se preparan a entrar en una Asociación o Movimiento eclesial.

-7.-  Este año será una ocasión propicia para acoger con mayor atención las homilías, catequesis, discursos y otras intervenciones del Santo Padre. Los pastores, personas consagradas y fieles laicos serán invitados a un renovado compromiso de adhesión eficaz y cordial a la enseñanza del Sucesor de Pedro.

-8.-  Durante el Año de la fe, en colaboración con el Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, se esperan iniciativas ecuménicas dirigidas a invocar de Dios y favorecer «la restauración de la unidad entre todos los cristianos», que «es uno de los fines principales que se ha propuesto el Sacrosanto Concilio Vaticano II»[22]. En particular, tendrá lugar una solemne celebración ecuménica para reafirmar la fe en Cristo de todos los bautizados.

-9.- En el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización será establecida una secretaría especial para coordinar las diversas iniciativas sobre el Año de la fe promovidas por los distintos Dicasterios de la Santa Sede o que de todos modos sean relevantes para la Iglesia universal. Será conveniente que con tiempo se informe a esta secretaría sobre los principales eventos que se organicen y también podrá sugerir iniciativas apropiadas. La secretaría abrirá un sitio especial en Internet, para proporcionar información útil para vivir de manera efectiva el Año de la fe.

-10.- Al final de este año, en la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, tendrá lugar una Eucaristía celebrada por el Santo Padre, en el que se renovará solemnemente la profesión de fe.

[19] Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, n. 65.
[20] Benedicto XVI, Carta apostólica Porta fidei, n. 13.
[21] Ibid., n. 6.
[22]Concilio Ecuménico Vaticano II, Decreto Unitatis redintegratio, n. 1. 





AÑO DE LA FE: CELEBRACIONES DE LAS DIÓCESIS


La Congregación para la Doctrina de la Fe en el Vaticano publicó una Nota con indicaciones pastorales para el Año de la Fe, de la que se desprenden las siguientes iniciativas para las Diócesis:

-1.- Se auspicia una celebración de apertura del Año de la fe y de su solemne conclusión en el ámbito de cada Iglesia particular, para «confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo»[28].

-2.- Será oportuno organizar en cada diócesis una jornada sobre el Catecismo de la Iglesia Católica, invitando a tomar parte en ella sobre todo a sacerdotes, personas consagradas y catequistas. En esta ocasión, por ejemplo, las eparquías católicas orientales podrán tener un encuentro con los sacerdotes para dar testimonio de su específica sensibilidad y tradición litúrgicas en la única fe en Cristo; así, las Iglesias particulares jóvenes de las tierras de misión podrán ser invitadas a ofrecer un testimonio renovado de la alegría de la fe que las distingue.

-3.- Cada obispo podrá dedicar una Carta pastoral al tema de la fe, recordando la importancia del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica, teniendo en cuenta las circunstancias específicas de la porción de fieles a él confiada.

-4.- Se espera que en cada Diócesis, bajo la responsabilidad del obispo, se organicen eventos catequísticos para jóvenes y para quienes buscan encontrar el sentido de la vida, con el fin de descubrir la belleza de la fe de la Iglesia, aprovechando la oportunidad de reunirse con sus testigos más reconocidos.

-5.- Será oportuno verificar la recepción del Concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia Católica en la vida y misión de cada Iglesia particular, especialmente en el ámbito catequístico. En tal sentido, se espera un renovado compromiso de parte de los departamentos de catequesis de las diócesis, que sostenidos por las comisiones para la catequesis de las Conferencias Episcopales, tienen en deber de ocuparse de la formación de los catequistas en lo relativo a los contenidos de la fe.

-6.- La formación permanente del clero podrá concentrarse, particularmente en este Año de la fe, en los documentos del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica, tratando, por ejemplo, temas como “el anuncio de Cristo resucitado”, “la Iglesia sacramento de salvación”, “la misión evangelizadora en el mundo de hoy”, “fe e incredulidad”, “fe, ecumenismo y diálogo interreligioso”, “fe y vida eterna”, “hermenéutica de la reforma en la continuidad” y “el Catecismo en la atención pastoral ordinaria”.

-7.- Se invita a los Obispos a organizar celebraciones penitenciales, particularmente durante la cuaresma, en las cuales se ponga un énfasis especial en pedir perdón a Dios por los pecados contra la fe. Este año será también un tiempo favorable para acercarse con mayor fe y frecuencia al sacramento de la Penitencia.

-8.- Se espera la participación del mundo académico y de la cultura en un diálogo renovado y creativo entre fe y razón, a través de simposios, congresos y jornadas de estudio, especialmente en las universidades católicas, que muestren «cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la verdad»[29].

-9.- Será importante promover encuentros con personas que «aun no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo»[30], inspirándose también en los diálogos del Patio de los Gentiles, iniciados bajo la guía del Consejo Pontificio de la Cultura.

-10.- El Año de la fe será una ocasión para dar mayor atención a las escuelas católicas, lugares privilegiados para ofrecer a los alumnos un testimonio vivo del Señor, y cultivar la fe con una oportuna referencia al uso de buenos instrumentos catequísticos, como por ejemplo el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica o el Youcat.

[28] Cf. Benedicto XVI, Carta apostólica Porta fidei, n. 8.

[29] Ibíd., n. 12.

[30] Ibíd., n. 10. 



AÑO DE LA FE: CELEBRACIONES DE LAS PARROQUIAS / COMUNIDADES / ASOCIACIONES / MOVIMIENTOS


La Congregación para la Doctrina de la Fe en el Vaticano publicó una Nota con indicaciones pastorales para el Año de la Fe, de la que se desprenden las siguientes iniciativas para las Parroquias / Comunidades / Asociaciones / Movimientos:

-1.- En preparación al Año de la fe, todos los fieles están invitados a leer y meditar la Carta apostólica Porta fidei del Santo Padre Benedicto XVI.

-2.- El Año de la fe «será también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía»[31]. En la Eucaristía, misterio de la fe y fuente de la nueva evangelización, la fe de la Iglesia es proclamada, celebrada y fortalecida. Todos los fieles están invitados a participar de ella en forma consciente, activa y fructuosa, para ser auténticos testigos del Señor.

-3.- Los sacerdotes podrán dedicar mayor atención al estudio de los documentos del Concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia Católica, recogiendo sus frutos para la pastoral parroquial –catequesis, predicación, preparación a los sacramentos, etc.– y proponiendo ciclos de homilías sobre la fe o algunos de sus aspectos específicos, como por ejemplo, “el encuentro con Cristo”, “los contenidos fundamentales del Credo” y “la fe y la Iglesia”[32].

-4.- Los catequistas podrán apelar aún más a la riqueza doctrinal del Catecismo de la Iglesia Católica y, bajo la responsabilidad de los respectivos párrocos, guiar grupos de fieles en la lectura y la profundización común de este valioso instrumento, con la finalidad de crear pequeñas comunidades de fe y testimonio del Señor Jesús.

-5.- Se espera por parte de las parroquias un renovado compromiso en la difusión y distribución del Catecismo de la Iglesia Católica y de otros subsidios aptos para las familias, auténticas iglesias domésticas y lugares primarios de la transmisión de la fe. El contexto de tal difusión podría ser, por ejemplo, las bendiciones de las casas, el bautismo de adultos, las confirmaciones y los matrimonios. Esto contribuirá a confesar y profundizar la doctrina católica «en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre»[33].

-6.- Será conveniente promover misiones populares y otras iniciativas en las parroquias y en los lugares de trabajo, para ayudar a los fieles a redescubrir el don de la fe bautismal y la responsabilidad de su testimonio, conscientes de que la vocación cristiana «por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado»[34].

-7.- En este tiempo, los miembros de los Institutos de Vida Consagrada y de las Sociedades de Vida Apostólica son llamados a comprometerse en la nueva evangelización mediante el aporte de sus propios carismas, con una renovada adhesión al Señor Jesús, fieles al Santo Padre y a la sana doctrina.

-8.- Las comunidades contemplativas durante el Año de la fe dedicarán una particular atención a la oración por la renovación de la fe en el Pueblo de Dios y por un nuevo impulso en su transmisión a las jóvenes generaciones.

-9.- Las Asociaciones y los Movimientos eclesiales están invitados a hacerse promotores de iniciativas específicas que, mediante la contribución del propio carisma y en colaboración con los pastores locales, se incorporen al gran evento del Año de la fe. Las nuevas Comunidades y Movimientos eclesiales, en modo creativo y generoso, encontrarán los medios más eficaces para ofrecer su testimonio de fe al servicio de la Iglesia.

-10.- Todos los fieles, llamados a reavivar el don de la fe, tratarán de comunicar su propia experiencia de fe y caridad[35], dialogando con sus hermanos y hermanas, incluso de otras confesiones cristianas, sin dejar de lado a los creyentes de otras religiones y a los que no creen o son indiferentes. Así se espera que todo el pueblo cristiano comience una especie de misión entre las personas con quienes viven y trabajan, conscientes de haber «recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos»[36]

[31] Cf. Benedicto XVI, Carta apostólica Porta fidei, n. 9.

[32] Cf. Benedicto XVI, Exhortación apostólica post sinodal Verbum Domini,

 30 de septiembre de 2010, nn. 59-60 y 74.

[33]Idem., Carta apostólica Porta fidei, n. 8.

[34]Concilio Ecuménico Vaticano II, Decreto Apostolicam actuositatem, n. 2.

[35] Cf. Benedicto XVI, Carta apostólica Porta fidei, n. 14.

[36] Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et Spes, n. 1. 

Desde la perspectiva de las Hermandades y Cofradías, Asociaciones Parroquiales y de vecinos, sería muy recomendable que tomáramos nota de lo que significa este año, y realizar algún acto conjunto para conmemorarlo. Debemos dejar de lado el inmovilismo y pasar a la acción en tal singular efeméride.

Que así sea…