miércoles, 13 de marzo de 2013

QUINTA ESTACIÓN: JESÚS ES CONDENADO A MUERTE POR PILATO





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 Nuestro Padre Jesús Cautivo ante Pilatos. Hermandad de Torreblanca (Sevilla)


Los judíos han condenado a muerte a Jesús, pero tienen que ratificar la condena ante los romanos. Por eso, a pesar de ver en ellos unos usurpadores, recurren a Pilato, el procurador romano, que ha de dar el consentimiento.

Un viernes, cuando llegó la Hora, unos hombres se llevaron a Jesús, con las manos atadas, hasta el palacio de Poncio Pilato, que era el gobernador, para acusarlo con mentiras. Querían que lo condenara a muerte. Pilato se lavó las manos y se los entregó para crucificarlo.

Oremos: Jesús, Tú eres muy bueno con todos, pero los hombres te condenamos a morir en la cruz. También ahora, en muchos lugares, hay personas buenas e inocentes, que son conde-nadas injustamente a las cárceles.

Jesús mío, te pido por ellos; yo te prometo decir siempre la verdad y no juzgar mal a nadie.



Del Evangelio según San Juan 18, 36-38. 19, 14-16.

Jesús respondió: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores lucharían para que no fuera entregado a los judíos. Pilato le dijo: ¿Luego tú eres Rey? Jesús contestó: Tú lo dices: yo soy Rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz. Pilato le dijo: ¿Qué es la verdad? (...) Era la Paresceve de la Pascua, hacia la hora sexta, y dijo a los judíos: He ahí a vuestro Rey. Pero ellos gritaron: Fuera, fuera, crucifícalo. Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey voy a crucificar? Los pontífices respondieron: No tenemos más rey que el César. Entonces se lo entregó para que fuera crucificado.

    (cf Mt 2 7, 11-25; Mc 1 5, 1- 1 4; Lc 23, 1-6).


Lectura del Evangelio según San Lucas. 23, 13-25

Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les dijo:

Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha remitido:
Ya veis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré. Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaron en masa diciendo:

"¡Fuera ése! ¡Suéltanos a Barrabás!."

A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta en la ciudad y un homicidio. Pilatos volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían gritando:

 "¡Crucifícalo, crucifíacalo!".

Él les dijo por tercera vez:

Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré.

Ellos se le echaban encima pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo el griterío.

Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que pedían. (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio) y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.

 



MEDITACIÓN

Un hombre sin culpa alguna está ante Pilatos. La ley y el derecho lo dejan al arbitrio de un poder totalitario que busca el consenso de la muchedumbre. En un mundo injusto, el justo acaba siendo rechazado y condenado.

Viva el homicida, muera el que da la vida. Si liberas a Barrabás, el bandolero llamado "hijo del Padre", se crucifique al que ha revelado al Padre y es el verdadero Hijo del Padre.

Otros, no Jesús, son los hostigadores del pueblo. Otros, no Jesús, han hecho lo que está mal a los ojos de Dios. Pero el poder teme por su propia autoridad, renuncia a la autoridad que le viene de hacer lo que es justo, y abdica.

Pilatos, la autoridad que tiene poder de vida y muerte, Pilatos, que no titubeó en ahogar en la sangre los focos de la revuelta (Lc 13, 1) Pilatos, que gobernaba con puño de hierro aquella oscura provincia del imperio, soñando poderes más vastos, abdica, entrega a un inocente, y con ello la propia autoridad, a una muchedumbre vociferante. El que en el silencio se entregó a la voluntad del Padre es de este modo abandonado a la voluntad de quien grita más fuerte.

ORACIÓN

Jesús, cordero inocente llevado al matadero (Is 53, 7)
para quitar el pecado del mundo (Jn 1, 29)
dirige tu mirada de ternura a todo los inocentes perseguidos,
a los prisioneros que gimen en cárceles infames,
a las víctimas del amor por los oprimidos y por la justicia,
a cuantos no entreven el fin de una larga pena injusta.
Tu presencia íntimamente percibida ablande su amargura
y disipe las tinieblas de la prisión.
Haz que nunca nos resignemos a ver encadenada
la libertad que le has concedido a cada hombre,
creado a tu imagen y semejanza.

Jesús,
rey manso de un reino de justicia y de paz,
resplandece revestido de un manto de púrpura:
tu sangre derramada por amor.

A ti la alabanza y la gloria por los siglos.






COMENTARIO


Pilato ve que le han entregado a Jesús por envidia, por rencillas religiosas; se da cuenta de que no ha hecho niel a nadie..., pero no hace nada por salvarle, porque eso le comprometerla. Es la actitud de tantos, que por no darse un mal rato tratan de pactar con el error, con el pecado.

Y para tranquilizar la propia conciencia, pregunta al Señor: ¿qué es la verdad? se lo pregunta a Jesús, que es el Camino, la Verdad y la Vida. Pero, aunque hace la pregunta, no le interesa la respuesta y antes de que le pueda decir nada, se marcha, no quiere escucharlo. Tiene miedo a agotar la verdad, a que la verdad le exija más de lo que él quiere dar. Tiene miedo a perder su posición, y da una sentencia contraria a lo que piensa, lavándose las manos ante su propia injusticia.

Considera cómo Jesús, después de haber sido azotado y coronado de espinas, fue injustamente sentenciado por Pilato a morir crucificado. - Adorado Jesús mío: mis pecados fueron más bien que Pilato, los que os sentenciaron a muerte. Por los méritos de este doloroso camino, os suplico me asistáis en el camino que va recorriendo mi alma para la eternidad.






Pilato«Reo es de muerte», dijeron de Jesús los miembros del Sanedrín, y, como no podían ejecutar a nadie, lo llevaron de la casa de Caifás al Pretorio. Pilato no encontraba razones para condenar a Jesús, e incluso trató de liberarlo, pero, ante la presión amenazante del pueblo instigado por sus jefes: «¡Crucifícalo, crucifícalo!», «Si sueltas a ése, no eres amigo del César», pronunció la sentencia que le reclamaban y les entregó a Jesús, después de azotarlo, para que fuera crucificado.

San Juan el evangelista nos dice que, pocas horas después, junto a la cruz de Jesús estaba María su madre. Y hemos de suponer que también estuvo muy cerca de su Hijo a lo largo de todo el Vía crucis.

Cuántos temas para la reflexión nos ofrecen los padecimientos soportados por Jesús desde el Huerto de los Olivos hasta su condena a muerte: abandono de los suyos, negación de Pedro, flagelación, corona de espinas, vejaciones y desprecios sin medida. Y todo por amor a nosotros, por nuestra conversión y salvación.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.


Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.



 





                                                                         ORACIÓN


Señor, has sido condenado a muerte porque el miedo al «qué dirán» ha sofocado la voz de la conciencia. Sucede siempre así a lo largo de la historia; los inocentes son maltratados, condenados y asesinados.

Cuántas veces hemos preferido también nosotros el éxito a la verdad, nuestra reputación a la justicia. Da fuerza en nuestra vida a la sutil voz de la conciencia, a tu voz. Mírame como lo hiciste con Pedro después de la negación.

Que tu mirada penetre en nuestras almas y nos indique el camino en nuestra vida. El día de Pentecostés has conmovido en corazón e infundido el don de la conversión a los que el Viernes Santo gritaron contra ti. De este modo nos has dado esperanza a todos. Danos también a nosotros de nuevo la gracia de la conversión.


ORACIÓN

Señor, en ocasiones vemos claro lo que tenemos que hacer, pero nos preocupan tanto los juicios humanos, que nos volvemos atrás. Que sólo nos preocupe, Señor, acomodarnos a lo que Tú quieras. Enséñanos a amar apasionadamente la verdad, venga de donde venga, porque la verdad siempre nos remite a Ti.