martes, 19 de marzo de 2013

SEXTA ESTACIÓN: JESUS ES FLAGELADO Y CORONADO DE ESPINAS







 
 Señor de la Salud y Buen Viaje
 de la Hermandad de San Esteban (Sevilla)


La misma noche en que prendieron a Jesús, Anás y Caifás comenzaron de inmediato su juicio. Terminados los interrogatorios y cuando ya prácticamente estaba decidida la suerte del Señor, lo entregaron a los guardias del Sanedrín para que lo custodiasen hasta que aquél, al rayar el día, empezara su reunión.

Mientras tanto, los hombres que tenían preso a Jesús se burlaban de él, le escupían y le abofeteaban, y, cubriéndole con un velo, le preguntaban: «¡Adivina! ¿Quién es el que te ha pegado?» Y le insultaban diciéndole otras muchas cosas.

En cuanto se hizo de día, se reunió el Consejo de Ancianos del pueblo, que condenó a Jesús y luego lo llevó ante Pilato. También el Procurador romano acabó condenando a Jesús y entregándolo para que lo azotaran y lo crucificaran.

Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte. Lo desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura; trenzaron una corona de espinas y se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: «¡Salve, Rey de los judíos!»; y después de escupirle, cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza. Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y lo llevaron a crucificar.


 


Jesús, a lo largo del proceso que le llevó a la muerte en cruz, recibió las más variadas y refinadas sevicias físicas y morales: en el primer misterio doloroso, fijábamos la consideración en la angustia y tristeza hasta la muerte que inundó su espíritu; en el segundo, pasaban al primer plano los atroces dolores físicos o corporales; el tercero nos subraya el ensañamiento con que, primero los guardias del Sanedrín y luego los soldados romanos, trataron de burlarse de Jesús, ofendiendo cuanto pudieron su dignidad y sus sentimientos con los más refinados escarnios, humillaciones, ultrajes, etc., sin escatimarle otros padecimientos y dolores. La corona de espinas y los demás ingredientes de la escena tenían como objetivo, sobre todo, burlarse de la realeza de Cristo.




 


María, aunque no presenciara en directo cómo infligían a su Hijo todos los ultrajes y malos tratos, tenía noticia de ellos por los momentos públicos del proceso, por las informaciones y confidencias que le llegarían, por las secuelas de los mismos que luego iba viendo... Pensemos, por ejemplo, en la escena del “Ecce homo”, cuando Pilato saca a Jesús, flagelado y coronado de espinas, ante la muchedumbre y las autoridades del pueblo. Ella sabía en qué manos había caído su Hijo, las intenciones que tenían quienes tanto lo odiaban, su poder y sus formas de proceder, etc. Lo que la Virgen veía u oía, lo que como madre se imaginaba o se temía con toda razón, tuvo que ser para ella un lento y cruel martirio, con el que se asociaba al sacrificio redentor de su Hijo.


Del Evangelio según san Mateo 27, 26-30


Entonces, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, se lo entregó para que fuera crucificado. Los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte. Le desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura; y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: «¡Salve, rey de los judíos!»; y después de escupirle, cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza .


Lectura del S. Evangelio según Lucas y según S. Juan Lc 22, 63-65 y Jn 19, 2-3


Los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él dándole golpes.

Y tapándole la cara, le preguntaban: "Haz de profeta: ¿quién te ha pegado?" Y proferían contra él otros muchos insultos. Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y acercándose a él le decían: "¡Salve, rey de los judíos!"


Cristo coronado de espinas

Coronación de Espinas de Tizziano



LA CORONA DE ESPINAS

La corona de espinas es un símbolo cristiano que recuerda la Pasión de Jesús. Se menciona en los evangelios de Juan (19:2, 5), Marcos (15:17) y Mateo (27:29).

Según los evangelios, los soldados romanos se la colocaron a Jesús durante su pasión. Tenía una doble función: humillar a Jesús (coronándolo como rey de los judíos, en tono de burla) y provocarle daño y dolor.

La corona se convirtió en una reliquia muy preciada. Fragmentándose considerablemente (incluso apareciendo espinas falsas) llegando a sumar actualmente más de setecientas, veneradas en numerosas iglesias. Existen referencias de su presencia en Jerusalén desde el siglo V (con las cartas de Paulino de Nola). Según las versiones, se trasladó después a Bizancio (testimonios del siglo XII) o a Francia (testimonios de Luis IX de Francia).

Por encontrarse fragmentada cada espina se considera como una reliquia de tercera clase (las de primera son trozos del cuerpo de santos o reliquias de Jesús enteras y las de segunda instrumentos propios de los santos). En la Catedral de Barcelona se conserva una supuesta espina de la corona.

Finalmente, debe señalarse que la apariencia de la Corona de Espinas de manera artística, sobre la cabeza de Cristo en representaciones de la Crucifixión, es posterior al tiempo de San Luis, y a la construcción de la Sainte-Chapelle. Algunos arqueólogos han indicado que es posible descubrir una figura de la Corona de Espinas en el círculo que a veces rodea el emblema del chi-rho en los primeros sarcófagos cristianos. Esto, no obstante, puede ser con mucha probabilidad, el círculo de representación de un laurel corona. El único estudio reciente y autoritario sobre el asunto es el de De Mély, el que forma parte del tercer volumen de RIANT, Exuviae Constantinopolitanae (París, 1904). 


 

MEDITACIÓN


La inhumanidad alcanza nuevas cumbres. Jesús es flagelado y coronado de espinas. La historia está llena de odio y de guerras. También hoy somos testigos de violencias más allá de lo creíble:  homicidios, violencias sobre mujeres y niños, raptos, extorsiones, conflictos étnicos, violencia urbana, torturas físicas y mentales, violaciones de los derechos humanos.

Jesús sigue sufriendo cuando los creyentes son perseguidos, cuando la justicia se administra de modo torcido en los tribunales, cuando se arraiga la corrupción, las estructuras injustas machacan a los pobres, las minorías son suprimidas, los refugiados y emigrantes son maltratados. Jesús es despojado de sus vestidos cuando la persona humana es deshonrada en las pantallas, cuando las mujeres son obligadas a humillarse, cuando los niños de los barrios pobres dan vueltas por las calles recogiendo desperdicios.

¿Quiénes son los culpables? No apuntemos con el dedo a los demás, pues también nosotros podemos haber tenido nuestra parte en estas formas de inhumanidad

A la condena inicua se añade el ultraje de la flagelación. Entregado en manos de los hombres, el cuerpo de Jesús es desfigurado.

Aquel cuerpo nacido de la Virgen Maria, qué hizo de Jesús "el más  bello de los hijos de Adán", qué dispensó la unción de la Palabra - "la gracia está derramada en tus labios" (Sal 45, 3)-, ahora es golpeado cruelmente por el látigo.

El rostro transfigurado en el Tabor es desfigurado en el pretorio:

Rostro de quién, insultado, no responde; de quién, golpeado, perdona; de quién, hecho esclavo sin nombre, libera a cuantos sufen la esclavitud. Jesús camina decididamente por la vía del dolor, cumpliendo en carne viva, hecha viva voz, la profecía de Isaías:

"Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos" (Is 50, 6). Profecía que se abre a un futuro de transfiguración.





ORACIÓN


Señor Jesús, sabemos que eres Tú el que sufre cuando somos la causa del sufrimiento los unos para los otros y permanecemos indiferentes. Tu corazón se movió a compasión cuando viste «las multitudes cansadas y agotadas como ovejas que no tienen pastor» (Mt 9, 36). Dame ojos que vean las necesidades de los pobres y un corazón que se prodigue por amor. «Dame la fuerza de hacer mi corazón fecundo en el servicio» (Rabindranath Tagore, Gitanjali, 36).

Sobre todo haz que podamos compartir con el indigente tu «Palabra» de esperanza, la seguridad de tu ayuda. Que el "celo por tu casa" pueda arder en nosotros como fuego (Sal 69, 10). Ayúdanos a llevar el sol vivo de tu alegría en la vida de aquellos que se dejan llevar por caminos de desesperación.

Jesús, "reflejo de la gloria del Padre, impronta de su ser" (Hb 1, 3),
has aceptado ser reducido a un pedazo de hombre, un condenado al suplicio, que mueve a piedad. Tú llevaste nuestros sufrimientos,
cargaste con nuestros dolores, fuiste aplastado por nuestras iniquidades (Is 53, 5). Con tus heridas, cura las heridas de nuestros pecados.

Concede a los que son despreciados injustamente o marginados, a cuantos han sido desfigurados por la tortura o la enfermedad, comprender que, crucificados al mundo contigo y como tú (Ga 2, 19),
llevan a cabo lo que falta a tu Pasión, para la salvación del hombre (Col 1, 24).

Jesús, pedazo de humanidad profanada, en ti se revela el carácter sagrado del hombre: arca del amor que devuelve el mal con el bien.

Amén