jueves, 21 de noviembre de 2013

LA ICONOGRAFIA DE JESÚS ORANDO EN EL HUERTO








Oración en el Huerto  de Hellín (Albacete) de Federico Collaut Valera - 1945



La historia de la agonía del Señor Jesucristo en el huerto de Getsemaní es uno de los pasajes más profundos y misteriosos de la Biblia. Contiene cosas que ningún hombre puede explicar satisfactoriamente. Al estudiarlo, bien se podrían repetir las palabras que Dios le dijo a Moisés cuando se le apareció en la zarza ardiendo: "Quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es" (Ex 3:5). Sin lugar a dudas, el estudio de este pasaje nos debe llevar más bien a la adoración que al análisis.

Aquí veremos al Señor librando la batalla definitiva contra el pecado, pero por alguna razón, esta batalla se nos presenta en dos actos: Getsemaní y Gólgota. Esto nos lleva a preguntarnos ¿por qué fue necesario pasar por Getsemaní? ¿No se podía haber evitado un episodio tan doloroso de su vida? Pero a lo largo de estos estudios veremos que fue en Getsemaní donde el Señor tomó la decisión de ir a la Cruz, mientras que en el Calvario fue donde la materializó.



                                     Oración en el Huerto obra de Salzillo (Semana Santa Murcia)


Oración en el Huerto de Linares: Cristo de Eduardo Espinosa Cuadros; 
Ángel Confortador de Dubé de Luque y Apóstoles de Manuel Martín Nieto

En nuestra ciudad de Don Benito (Badajoz), se abre paso sin prisa pero sin pausa la futura Cofradía del Sagrado misterio de la Oración en el Huerto de nuestro Señor Jesucristo, (hoy Hermandad Parroquial), que no sin muchas dificultades, es la única organización de fieles con actividad mas allá del Lunes Santo en que desarrolla su estación de penitencia.  Por este motivo, creo de máximo interés traer a esta entrada de Blog, una serie de notas sobre el momento que trata esta inconografía, que ya forma parte de una larga tradición de Hermandades a lo largo de nuestra geografía nacional, como da fe de ello el próximo XII Congreso de Hermandades de La Oración en el Huerto, a celebrar en Valladolid a principios del mes de diciembre, al cual ha sido invitado esta corporación calabazona. Aquí os dejo el siguiente enlace:







Cristo de la Oración en el Huerto de Don Benito (Badajoz), 
obra de Enrique Calero Rivera - 2010


La representación inconográfica de la Oración en el huerto es relativamente tardía. Los Evangelios nos dicen que se fue con 3 apóstoles a rezar en un huerto, por lo que aparecen los apóstoles en un lado, Cristo adelantándose y en un alto, olivos. En algún sitio tiene que aparecer la divinidad y un ángel con un cáliz, del que en ocasiones caen unas gotas de sangre. Conforme va pasando el tiempo, el sentimiento de dolor aumenta.

Se recrea en el pasaje evangélico de Lc. 22, 41-44, del Misterio de la Oración en el Huerto de Getsemaní, mostrando a Cristo humano y abatido de rodillas en actitud orante, en el momento exacto de la aceptación de su sacrificio, mientras que el ángel pasionista Egudiel lo conforta y tranquiliza mostrándole el cáliz de su sufrimiento.

ESTUDIO DEL MOMENTO ICONOGRÁFICO QUE REPRESENTA

La oración en el huerto de Getsemaní

La tristeza

Salen del Cenáculo, situado en la parte alta de la ciudad, y recorren el camino hacia el monte de los olivos por la escala de los Macabeos. Era una media hora de camino. Jesús empieza a sentir en su alma una tristeza extraña, que deja a todos sin saber qué decir y cómo consolarle. Pero le siguen en aquel camino iluminado por la luna de abril. Estaban ya en el día de la Pascua.

"Entonces llegó Jesús con ellos a una finca llamada Getsemaní, y dijo a los discípulos: Sentaos aquí mientras voy allá a orar". Parecía como de costumbre, pero tiene el alma en tensión. Las emociones de la cena le llevan a una vigilia de alma que quiere entregarse del todo. Ocho de los discípulos se quedan en una cueva, resguardados del relente de la noche. El Señor se aleja de ellos llevándose sólo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, Juan y Santiago. Son los mismos que estuvieron en la transfiguración del Tabor contemplaron su gloria, y los que vieron con sus ojos la resurrección de la hija de Jairo. Ahora van a ser testigos de algo mucho más difícil de entender: la agonía de Cristo, que quedará reducido a un hombre despojado de gloria y esplendor, como si estuviese derrotado. Y tienen que seguir creyendo que es Dios y hombre verdadero contemplándolo inerme, humillado, derrotado, sufriente. Es una situación que sólo se puede superar el escándalo con una fe nueva.


Oración en el Huerto de Albox (Almería) obra de Fernando Carrera Antúnez en 1944


Jesús se retira como a un tiro de piedra a un lugar donde que existe una enorme roca. Y "empezó a entristecerse y a sentir angustia. Entonces les dijo: Mi alma está triste hasta la muerte. Quedaos aquí y velad conmigo"(Mt). No se trata de una batalla cualquiera, sino de un amor que va a sufrir la mayor dificultad. Cuando en el fondo del alma se vive el gozo de la presencia del Padre, lo externo se torna menos difícil. Pero ahora Jesús experimenta como una no presencia, aunque el Padre esté siempre allí.

Jesús ora

A Jesús se le hace presente todo el sufrimiento de la crucifixión. De esto se trata. De amar a pesar de los pesares. Y viene la angustia, el desasosiego, las lágrimas, el desaliento. Experimenta los efectos del pecado en su alma, especialmente la separación de Padre, que es lo más difícil, es un comienzo del descenso a los infiernos que ocurrirá después de la muerte. Es un anonadamiento en su alma. Ha comenzado la Pasión cruenta en su alma. Pero no cede, sigue rezando, y sigue amando la voluntad del Padre que también es la suya, y ama a los hombres todos, que son los causantes de ese dolor.

"Y adelantándose un poco, se postró rostro en tierra mientras oraba diciendo: Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero no sea como yo quiero, sino como quieras Tú"(Mt). Jesús llama a su Padre, con acentos de hijo pequeño, le llama "Abba"(Mc) oración desconocida en otros labios. Él es el Hijo que cumple la voluntad amorosa del Padre. El Padre quiere salvar a los hombres por la línea del máximo amor; y el Hijo quiere esa voluntad que costará tanto dolor. Ese es el precio de la salvación de los hombres: un acto de misericordia que cumple, al tiempo, toda justicia.



Entonces "Un ángel del cielo se le apareció para confortarle. Y entrando en agonía oraba con más fervor y su sudor vino a ser como gotas de sangre que caían sobre la tierra" (Lc). Todo el cuerpo está empapado en ese extraño sudor de sangre. La angustia del alma llega ser terror; pero no le vence, no desiste Jesús de su empeño de entregarse. Quiere la voluntad del Padre, que es la suya, no la del cuerpo que se resiste, lleno de pavor.

Los discípulos se duermen

En este estado busca consuelo en los suyos. "Volvió junto a sus discípulos y los encontró dormidos; entonces dijo a Pedro: ¿Ni siquiera habéis sido capaces de velar una hora conmigo?" Es un queja para los que no han sabido estar a la altura de las circunstancias. Se excusan por el cansancio, pero es un sueño extraño, su causa es "la tristeza" (Lc), es como una evasión cuando los enemigos de Jesús bullen aquella noche sin ceder a sueños ni descansos. Pero de nuevo Jesús se rehace y se vuelca en aquellos que no saben, ni pueden, hacer más. Y les dice: "Velad y orad para no caer en tentación: pues el espíritu está pronto, pero la carne es débil"(Mt). El sueño de los discípulos tiene también una causa infranatural; es el diablo, que envuelve en su tiniebla las mentes y los espíritus de todos. Jesús no lucha sólo contra su debilidad, sino contra el príncipe de las tinieblas que está desplegando todo su poder; y ellos, sus seguidores, sin oración no son nada. La oración será la fuerza para vencer cualquier dificultad; al mismo diablo con todo su extraño poder.





Hágase Tu voluntad

Ya muy entrada la noche Cristo se retira durante un tiempo largo, y se repite la oración, la agonía que no puede superar a pesar del consuelo del ángel. Y "de nuevo se apartó por segunda vez y oró diciendo: Padre mío, si no es posible que esto pase sin que yo lo beba, hágase tu voluntad. Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados de sueño. Y dejándolos, se apartó una vez más, y oró por tercera vez repitiendo las mismas palabras" (Mt). La insistencia es amor que no cede; es una verdadera pasión en el alma, y también en el cuerpo. Parece un desecho de los hombres, está humillado y parece derrotado; supera una y otra vez la tentación y la oración -vida de su vida- se hace más intensa.


Oración en el Huerto de Montesión (Sevilla)


Jesús suda sangre

"Finalmente va junto a sus discípulos y les dice: Dormid ya y descansad; mirad, ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. Levantaos, vamos; ya llega el que me va a entregar"(Mt). Se levanta, por fin, el Señor. Se limpia el rostro con el paño para cubrir la cabeza que queda empapado en sangre lo deja en el suelo doblado. Se adereza el aspecto. Va donde se encuentran Juan, Pedro y Santiago, después se dirigen donde duermen los otros ocho. Se despiertan también con excusas, están confusos.


Reflejo de la Hematidrosis en una obra de Juan Manuel Miñarro



"Aparta de mí esta copa"

El acto de obediencia que el Hijo del Hombre se disponía a llevar a cabo, tendría un sabor inconmensurablemente amargo. Tenía el sabor de la muerte. El autor de Hebreos dice que él "gustó la muerte por todos" (He 2:9). Además, el Antiguo Testamento se había referido con frecuencia a esta "copa", que estaba reservada para los malos (Sal 11:6), y que contenía la indignación divina contra los impíos (Sal 75:8), su ira (Is 51:17) y su furor (Jer 25:15).

La muerte que él gustó no sólo tuvo que ver con experimentar la separación del alma del cuerpo, sino el abandono del Dios de justicia por haberse identificado con el pecado del mundo.

Es inimaginable, por lo tanto, que la Santidad encarnada pudiera recibir con agrado el pecado representado en esa copa, de ahí su petición: "aparta de mí esta copa". Pero por otro lado, dejaba también constancia de su absoluta devoción y amor a su Padre: "mas no lo que yo quiero, sino lo que tú".

No había ningún conflicto entre la voluntad del Padre y la del Hijo. El Hombre perfecto era también el Siervo obediente en todo, y aunque todo su santo Ser se alzase en contra de la perspectiva de la cruz, y su cuerpo sudase sangre en su agonía, él nunca dejaría de decir: "mas no lo que yo quiero, sino lo que tú". No podemos imaginar un grado de perfección más alto que el que aquí se nos presenta.



Oración en el Huerto de El Greco



EL ANGEL CONFORTADOR O DE LA CONSOLACIÓN:

Por medio de la triple oración de su agonía Jesús quiso manifestar, con su tristeza de muerte delante del pecado del mundo, la víspera del viernes, antes del comienzo de su pasión externa, la disposición santísima de esta humanidad, su ofrenda como víctima (verbalizada ya en la cena) por los pecadores. Aunque experimentaba un horror natural respecto de los sufrimientos, los suplicios y de una muerte sangrienta, se ofrecía en un acto de libre y voluntaria obediencia a la voluntad salvífica del Padre para consumar la obra de la Redención. Fue en ese momento que – según el Evangelio Según San Lucas – el Ángel Consolador se apareció a Jesús para fortalecerlo (22, 43). Proponiéndole consideraciones que podían aminorare su tristeza y fortalecer las potencias inferiores de su alma, el Ángel, observa Suárez, no enseñó a Cristo como un maestro que ilumina a un discípulo. Cristo no ignoraba los pensamientos propuestos por el Ángel, pero su razón superior los tomaba en consideración sin permitir a sus potencias inferiores recibir consolación alguna; el Ángel se le apareció de un manera sensible, humana, y le habló exteriormente.

Cristo quiso recibir este consuelo como un don del Padre, lo recibió con gratitud, respecto y humildad.


Ángel del misterio de Salzillo en la semana santa murciana



Este consuelo no tenía por única finalidad o por efecto dispensarlo de sufrir por la salvación del mundo, sino, por el contrario, de ayudarlo. Bien lo muestra el Evangelio de Lucas, según el cual la aparición consoladora es seguida por la “agonía” una oración más intensa y por el sudor de sangre. Más profundamente, este consuelo no significaba que Cristo hubiese tenido necesidad del auxilio angélico – el Creador de los Ángeles podía hacer descender del cielo doce legiones de Ángeles (Mt. 26, 53) sino que le pareció necesario ser fortificado con miras a nuestra consolación, de la misma manera que estuvo triste por nuestra causa – propter nos tristis, propter nos confortatus - dice Beda el Venerable, seguido por San Buenaventura. Al aceptar este consuelo por nosotros, y en nuestro nombre, Jesús mostraba la realidad de su humanidad  y de la debilidad humana que le reconocía la Epístola a los Hebreos. En la aceptación, por nosotros y a favor nuestro, del consuelo angélico, Jesús significaba anticipadamente  que aceptaría para consolarnos nuestros consuelos. No sólo nos hacía merecedores de poderlo consolar sino, también por generosidad respecto de nosotros, hacer de nosotros sus consoladores para consolarnos en nuestros momentos de desolación.

Al orar por sí mismo, Jesús agonizante manifestaba la voluntad salvífica del Padre respecto de nosotros. “No mi voluntad, mi voluntad espontánea de no morir sino tu voluntad sobre mi voluntad por la salvación del mundo”. Podemos decir, pues, con Santo Tomás de Aquino que su oración por sí mismo era también oración por los otros; y el santo agrega: “todo hombre que pide a Dios un bien para emplearlo en beneficio de los otros no oran sólo por sí mismos, sino también por los demás”. La voluntad de Cristo de ser consolado es por tanto, voluntad consoladora, lejos de ser signo de egoísmo. Con  el fin de consolarnos en Él, quiere ser consolado por nosotros. Para fortalecernos quiso ser fortalecido por un Ángel.



 Misterio  de la Oración en el Huerto de Bailén  
(realizado por D, José Miguel Tirao Carpio en 2013)




ORACIÓN A JESÚS EN SU AGONÍA


¡Oh Divino Redentor mío!, Jesús, te suplico que junto con tus tres amados apóstoles me lleves también a mí para asistir a tu agonía en el Huerto de los Olivos. Prevenido por el dulce reproche que le hiciste a Pedro y a los otros dos apóstoles que se encontraban durmiendo, yo quiero velar por lo menos una hora contigo en este huerto de Getsemaní, quiero sentir por lo menos una herida de tu Corazón agonizante, uno de los alientos de tu respiro afanoso.

¡Quiero fijar mi mirada sobre tu divino rostro y contemplar cómo empalidece, cómo se turba, cómo se angustia, cómo se encorva hasta la tierra!

Ya veo, oh penante Jesús mío, cómo tu divina persona vacila y cae, cómo tus manos entumecidas se unen. ¡Comienzo a oír tus gemidos, tus gritos de amor y de incomprensible dolor que elevas al cielo!

 ¡Oh Jesús mío, agonizante en este lúgubre huerto de Getsemaní, haz correr en mí, en esta hora en que te acompañaré, un río, unas gotas de tu adorabilísima sangre que ya de todos tus adorables miembros estás sudando como a torrentes!

¡Oh baño preciosísimo de mi Sumo Bien que por mí agoniza, ah, haz que yo te beba hasta la última gota, que contigo beba al menos un sorbo del amargo cáliz de mi amadísimo Jesús, y que sienta dentro de mí las penas de su Divino Corazón; es más, haz que sienta que se me rompe el corazón por el arrepentimiento de haber ofendido a mi Señor, que por mí se encuentra reducido a una agonía mortal!

¡Ah, Jesús mío, dame la gracia, ayúdame para poder penar, suspirar y llorar junto contigo, por lo menos una sola hora en el Huerto de los Olivos!
¡Oh Madre Dolorosa, haz que yo sienta la compasión de tu Corazón traspasado por la agonía de Jesús en este huerto!

Así sea.



Fachada principal de la Capilla de Monte-Sión, Plaza de Montesión Sevilla.